La decisión de Alemania de suspender las importaciones andaluzas de frutas y hortalizas, tras decretarse la alerta sanitaria por la contaminación de un lote de pepinos procedentes de los campos almeriense y malagueño es un duro golpe para un sector ya tocado.
El campo andaluz vive desde hace años atenazado por la competencia desleal de las exportaciones de tomates marroquíes a la Unión Europea. Ahora, es Alemania, el principal cliente comunitario, el que ha hecho un juicio sumarísimo al campo andaluz, al que ha juzgado y condenado antes incluso de conocerse el origen del foco contaminante.
La cifra exacta de pérdidas por el cierre de fronteras alemanas desde el viernes es, de momento, incalculable. Tan sólo en pepino, según la interprofesional de frutas y hortalizas, Hortyfruta, se habrán perdido unos 200.000 kilos. Pero ahí no queda todo. Los supermercados alemanes se han cerrado a cal y canto a cualquier fruta u hortaliza procedente, sobre todo, de Almería.
En plena temporada de sandía, melón, tomate o calabacín, un producto que se ha de recoger cada día de la mata, el desastre está garantizado si el consumidor retira su confianza a los productores.
No queda claro por qué la noticia escogida plantea un problema medioambiental. Más bien se trata de un problema económico, ya que en ningún momento se habla de las consecuencias medioambientales, sino sanitarias y económicas.
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